Descripción
En la ciudad de Manizales, el cielo se abre tras un fuerte aguacero, regalando un atardecer que parece pintar fuego en el horizonte. El sol, en su despedida, tiñe el cielo con tonos de púrpura y naranja mientras las hojas aún mojadas brillan en la base de la imagen, reflejando los últimos rayos de luz. Las flores, salpicadas de gotas, se levantan como testigos silenciosos de esta transición, y la ciudad, aún húmeda, respira entre la naturaleza y el asfalto. Es el instante donde la furia del agua da paso a la magia de la luz, y el caos urbano se transforma en un escenario de calma radiante. El contraste entre el día que se desvanece y la humedad palpable en el aire crea una atmósfera única, donde cada detalle parece hablar de resiliencia, belleza y renacimiento.