Descripción
Bajo un cielo que parece extenderse hacia el infinito, las palmeras se elevan con gracia, como manos que buscan tocar las nubes pasajeras. Estas esbeltas figuras no son simples testigos de la vida, sino símbolos de resistencia, conectando lo terrenal con lo eterno. En la base, el cementerio San Esteban se convierte en un detalle casi susurrado, donde el espacio para la reflexión se confunde con la grandeza del paisaje. El azul vasto y vibrante del cielo domina la escena, recordándonos que, aunque la vida transcurre con sus penas y alegrías, la naturaleza sigue su curso, ofreciendo un refugio de paz y contemplación. Las palmeras, alineadas como una procesión hacia lo divino, trazan un puente visual entre la majestuosidad del cielo y la tierra que sostiene el recuerdo de lo que fue. Aquí, el verdadero protagonista no es el reposo eterno, sino la promesa de lo infinito, expresada en cada hoja que se mece con el viento y en cada nube que pasa sin prisa.